Por Eduardo Jacobo

La historieta en México no nace hermanada a la tradición de los superhéroes, la narrativa gráfica nacional abreva directamente de la caricatura política, de esa forma del arte que tiene como objetivo primordial la denuncia y el escarnio de aquellas personas que por otros medios no pueden ser impugnadas. La historieta en México nace combativa.
De la mano de autores como Eduardo del Río, RIUS, y con la herencia de colectivos como El Taller Gráfica Popular, han surgido en fechas recientes una camada de historietistas con una profunda preocupación por su contexto y han hecho de las viñetas un arma poderosa. Entre este grupo destaca Augusto Mora, a quien me gusta llamar “el cronista gráfico de México”, pues en sus historietas hay una gran labor de investigación y confrontación de fuentes, trabajo de campo y todo un análisis de los acontecimientos que narra.
Ha ido desde la migración, las protestas del ’68 o el Halconazo, hasta el tema que hoy nos ocupa: la desaparición de los 43 estudiantes de la Normal Rural “Isidro Burgos” de Ayotzinapa, Guerrerro el 26 de septiembre de 2014.

Sin duda este es uno de los acontecimientos de la historia reciente que más han llamado la atención de la sociedad y de los medios de comunicación, la llamada “noche de Iguala” fue un suceso que trastocó los cimientos del sistema político, social y educativo en el México del siglo XXI. Fue la marca clara del declive presidencial del mandatario Enrique Peña Nieto, y puso al país en la mira internacional de quienes defienden los derechos humanos, pues además de lo trágico de esta desaparición, hasta el día de hoy existen muy pocas certezas en el esclarecimiento de los hechos, ya que dichos actos implican develar el nivel tan intrincado al que ha llegado la corrupción y complicidad entre los diferentes órdenes de gobierno, las autoridades policiales y el crimen organizado.
En el cómic llamado “¿A dónde nos llevan?” Mora nos narra a dos tiempos los hechos, por un lado hace el recuento minucioso de lo que ocurrió la noche del 26 de septiembre, mostrándonos los hechos lo mejor reconstruido posibles gracias a los testimonios de familiares y sobrevivientes. Le pone rostro al dolor y nos presenta el desolador caso de una familia que nunca volverá a ver a su hijo, y a partir de ahí emprenderán una cruzada incansable para exigir justicia.
Al mismo tiempo la historia nos lleva a conocer esta explosión social que se desató a partir de Ayotzinapa y que al grito de “¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!” salió a las calles y encaró a un sistema de gobierno y de justicia que han sido incapaces de garantizar que actos como este no vuelvan a ocurrir.
Augusto Mora nos demuestra que la historieta tiene muchos usos prácticos, y que sirve como herramienta didáctica, social y contestataria. En estas páginas las viñetas se traslapan con la realidad y nos recuerdan que la realidad es dura y que desde cualquier trinchera se puede seguir luchando. ¡Hasta la victoria, siempre!
