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“A donde vayas”, Los Bukis


Por Citlaly Aguilar Sánchez

Hace tiempo alguien me dijo que The Smiths fue una banda tan importante en su época, sobre todo en Inglaterra, al ser la voz de la clase obrera durante la década de 1980 cuando la efervescencia de las fábricas convirtió las ciudades londinenses en una especie de maqueta de cajas de cartón y a los trabajadores en autómatas. Así lo afirman Bernard Sumner, Brett Anderson, Johnny Rotten y el mismísimo Morrissey en sus autobiografías. Este último, quien fue el compositor de las letras de los Smiths, ha sido comparado en nuestros territorios con Juan Gabriel, aunque creo que estas aseveraciones están, ante todo, cargadas de homofobia más que de un criterio real.


En lo personal, y luego de mucha dilucidación, he llegado a la conclusión de que, en realidad, con quien podría compararse en México la contribución de los Smiths a la cultura de su época es con Los Bukis. Si bien la comparación es innecesaria, la consideré oportuna para introducir entre los melómanos de mi generación el reconocimiento de la música que gestaron Marco Antonio Solís y sus compinches desde inicio de los ochenta. Particularmente, “A donde vayas”, de Los Bukis, canción incluida en el álbum titulado Y para siempre que lanzaron en 1989, es una de las más icónicas de la agrupación tanto para nuestros padres como para quienes crecimos escuchándola.


En mí, esta melodía solía tener un fuerte sabor a bromhidrato de dextrometorfano y a trimetoprima con sulfametoxazol, puesto que en aquella época, de los cuatro a los siete años, fui una niña muy enfermiza generalmente por infecciones en la garganta y tos, así que esos compuestos eran los que me hacían tomar en el jarabe que componía la fórmula proporcionada por el Issste, gracias a las prestaciones del trabajo de mi papá. Aunque mi mamá siempre me prometía que cada cucharada me sabría a fresa y pese a que yo confiaba en ello al ver el color rosado bailando frente a mí y dirigiéndose a mi boca, aquello sabía a lo que creo que sabe un cable eléctrico.


Mi padre, quizás en su desesperación o como una manera de calmar su propia angustia ante el malestar de su retoño, solía arrullarme con esta y otras canciones de Los Bukis en mis días de convalecencia. Nunca imaginó que eso me causaría una repulsión a la agrupación musical durante muchos años, pues, para mí, el sonido de esta banda significaba enfermedad, depresión y esos sabores tan horripilantes. Tuvo que pasar mucho tiempo para que pudiera volver a escuchar a Los Bukis sin sentirme profundamente triste.


La reconciliación con esta música se debió, en gran medida, a un ex novio con quien aprendí a reescuchar el pasado y a entender mi infancia de otra manera pero también se debió a la terapia y a ver con otros ojos y a escuchar con otros oídos todo lo que me rodeó durante aquella década, es decir, de mediados de los ochenta a mediados de los noventa.


Actualmente, en las letras de Marco Antonio Solís, aún como líder de su grupo, encuentro una resistencia muy sólida ante los cambios económicos y sociales de aquellos tiempos. Basta reescuchar “Las casas de cartón” para hallar ahí toda una manifestación contra las condiciones en las que vivía y sigue viviendo gran cantidad de habitantes del país. Así que, aquí cobra sentido lo que alguien me dijo sobre los Smiths, eso de ser la voz de la clase obrera. No sé lo que es vivir en un país denominado primermundista, de esos que la gente quiere visitar y presumir, pero sé lo que es crecer en México, sé lo que es la clase obrera mexicana. En una palabra: miseria.


¿De qué podrían hablar Los Bukis en sus canciones? ¿Del triunfo en el amor, de lograr metas, de ser unos rebeldes, de una fiesta interminable? Esos lujos no se los podía dar cualquier joven. Habría que reflexionar incluso cuándo fue que comenzó a existir realmente la juventud en México, pues no creo equivocarme al indicar que muchos de nuestros padres no la tuvieron. Al igual que la mayoría de músicos que surgieron en la década de los ochenta y que se hicieron famosos en las estaciones populares de radio, Los Bukis hablaban sobre la cotidianidad, las creencias y miedos de la gente común, de aquellos que trabajaban ocho horas y ocho horas más las dedicaban a conquistar a la mujer que les gustaba o bien para llevar el sustento a la familia.


La música que nuestros padres escuchaban no era solamente un entretenimiento, sino verdaderos manifiestos de su generación; una voz profunda que emergió desde lo más íntimo para revelar quiénes eran, sus más intensos miedos y angustias. No los critiquemos si no escuchaban a Morrissey y ese idioma que realmente no era relevante en aquellos tiempos. Entendamos que grupos como Los Bukis fueron los que dieron voz a los sin voz, los que comprendieron y le dieron forma a sus anhelos más arraigados. De no ser así, no hubiéramos crecido con sus letras de fondo, no podríamos ahora identificarnos con esa realidad que también fue nuestra. Si nos hemos reconciliado con ese sonido es porque también es nuestro sonido y tal parece que lo seguirá siendo.


El grupo se desintegró durante una temporada pero su reunión simboliza justamente la importancia que tuvo y sigue teniendo para muchos porque, puede que mi generación ahora crea verse reflejada más en las letras de los Smiths, pero en el fondo todos llevamos a la par la gran y dolorosa voz del Buki mayor grabada en el alma, y cómo no hacerlo, es inevitable no identificarse: “querrás que no se rían más de ti o causar tan sólo lástima”.





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