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“A qué le tiramos”, Bronco



Por Citlaly Aguilar Sánchez


Un requinto, sencillo pero profundo, está fuertemente pegado a la imagen de mi madre junto a la estufa, cocinando no sé qué; pegado al olor a sopa, al color azul oceánico de los azulejos del piso, a la sensación de incertidumbre: “A qué le tiramos”, de Bronco.


Si bien este grupo es más famoso por canciones alegres e incluso infantiles, la que menciono es mi referente de los regiomontanos liderados por Lupe Esparza, quien, dicho sea de paso, se desgarra como en ninguna otra al hacer una pregunta principal.


La canción está unida permanentemente en mi memoria a mi mamá, y creo que no es casual. En aquellas fechas, 1988, cuando se escuchaba como novedad en la radio comercial el disco Un golpe más, mis padres llevaban siete años de casados; ya tenían un hijo de cinco años, una hija de tres y vivían en una casa rentada en un pueblito.

Mi madre pasaba cuatro días a la semana sola, puesto que mi padre, por ser normalista, fue enviado a dar clases en una comunidad lejana donde pasaba cuatro noches y regresaba los fines de semana.


Imaginen, amigos, a una jovencita de veinticuatro años, madre de un niño y una niña, sola, en medio de una transición económica con todas las interminables labores del hogar y de la crianza, sin horario ni remuneración, en un pueblo donde no conocía nadie y a la espera de su marido, sin WhatsApp ni otro medio para estar en contacto… creo que lo único a lo que se tenía que atener era a la confianza.


E imaginen también, queridos lectores, a un joven de veintinueve años con la responsabilidad de mantener a una esposa y dos hijos, de no poder faltar al trabajo cuando había enfermedad, de no gastar su quincena en una borrachera porque había que pagar no sólo la renta y la comida, sino también ropa, zapatos, medicina y demás imprevistos… Imaginen los conflictos que esos dos jovenzuelos tuvieron que enfrentar por temperamentos y vicisitudes propias de sus edades y circunstancias.


Cuando escucho “A qué le tiramos”, no sólo escucho a Lupe Esparza. Me parece escuchar a mis padres cuestionando sus decisiones hasta entonces, con pocas esperanzas, mucho cansancio y deseos de dejar todo y huir lejos a donde no hubiera problemas. ¿No es eso lo que siento que quiero hacer siempre que algo está mal en mi vida a mis treinta y siete años? Quizá sólo sea una de mis tantas proyecciones o mi imaginación anda muy desatada últimamente cuando pienso en mi pasado pero creo que ellos la tuvieron aún más difícil que yo a mi edad.


Es gracias a esta y a otras canciones que me he reconciliado con la música que se reproducía como telón en mi infancia. Nunca creí que la música tendría en mí, ahora ya de adulta, tanto que decirme pero lo ha hecho y de las maneras extraordinarias. Marcel Proust y la famosa magdalena que desata los recuerdos de su más tierna infancia, de los líos familiares y vecinales, se han quedado corta ante las revelaciones de mi pasado que han originado ciertos acordes, ciertos requintos.

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En la letra de “A qué le tiramos” me parece escuchar a mi mamá, es decir, tener una conversación con ella, con esa muchacha que, como muchas de su tiempo, se casó sin tener idea de lo que vendría; creo que 1988 fue uno de los años más complicados para mis padres, quizás en medio de una crisis matrimonial, tal vez a punto de tirar la toalla en una relación, y no precisamente porque faltara amor o respeto, sino porque la pobreza no sólo afecta en los planos de administración de suministros para la supervivencia, también apaga los ánimos, nos llena de cansancio y frustración, y eso se ve reflejado en todo lo demás.


Ese año, que fue el comienzo de “El salinato” en México, fue el punto de partida de muchos procesos económicos que devinieron y que hasta la fecha siguen causando mella en la mayoría de las familias. En 1988 ya se ponía en marcha el sistema neoliberal, y esto es un punto muy relevante al menos para mí, porque, como ya indiqué, no sólo tuvo implicaciones políticas, sino también culturales y emocionales. ¿Quién puede narrar una infancia feliz tras haber padecido la miseria bajo la tutela de dos jóvenes que sobrevivían con mucha dificultad?


Al hablar con la mayoría de mis amigas y amigos compruebo que compartimos ese sentir, el mismo trauma de transición económica que anticipaba ya una crisis de la que, muy a duras penas y no sin salir bien librados, muchos padecimos cuando fuimos niños. Creo que por eso canciones como la de Bronco nos llegan muy profundo ahora.


Sin demeritar la composición y todo lo que conlleva su creación, considero que lo más valioso de la melodía es la intensa conexión que genera con nuestro pasado, que es como un disco que se reproduce ante el más mínimo estímulo y nos estremece. En “A qué le tiramos” encuentro a una pareja confundida que encontró un refugio en esta canción, es decir, las palabras precisas para tratar de entenderse y arreglarse, pero también me encuentro a mí, en mis primeros años de vida, tratando de entender la tristeza de mi solitaria madre, con la impotencia de no saber cómo consolarla y, por ello, no poder hacerlo. Ante esos recuerdos, en los que aún la veo cansada y abrumada, me calma pensar que al menos, aunque sea un poquito, se sintió comprendida por Lupe Esparza.


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