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Al filo del vértigo

Por Arlett Cancino


Si la misma cosa sucede en ramas donde

actuaste de manera distinta,

entonces tú no eres la causa.

Tomar decisiones es un asunto vertiginoso, implica estar al filo de un precipicio, balanceándonos con el temor de caer pero, al mismo tiempo, con el deseo profundo de hacerlo. Hay quienes no vacilan y avanzan al vacío inmediatamente sin degustar la sensación intermedia entre los estadios de la renovación y la permanencia. Por otro lado, degustar por mucho tiempo implica no decidir y la no elección, si bien nos da certidumbre, nos genera insatisfacción.


Los seres vivos existen entre infinitas posibilidades de que algo les suceda o no, pero sólo el ser humano es consciente de su contingencia y puede intervenir en lo que le acontece tomando decisiones. Elegimos luego de que prefiguramos el futuro que nos depara con esa elección y de analizar los factores que nos rodean; podemos hacerlo tomando en cuenta sólo lo que nos conviene, sin comprender que aquello que hagamos interviene en la vida de muchas personas y que incluso la elección de unos zapatos implica una serie de efectos en la existencia de los otros.


Todavía peor, si nos obsesionamos con el hecho de haber tomado una mala decisión, tendemos a imaginar el hubiera y a creer que estaríamos mejor de haber escogido otro rumbo. De este modo generamos culpas falsas y, a veces, intentamos enmendar reculando para volver a elegir, sin embargo, nada es igual dos veces y la decisión a tomar obedece a un nuevo escenario.

A todos nos encantaría tener una bola de cristal en la cual poder observar los caminos que no elegimos para saber cómo nos hubiera ido ahí, pero si tenemos los mismos resultados en todas esas realidades, ¿qué significa? ¿Que la elección hecha fue la correcta? Y entonces, ¿por qué no estamos contentos?


Tal vez lo mejor sería no indagar en los otros que pudimos ser y hacernos responsables por los que somos ahora, cargando con nuestras culpas reales y afrontando las consecuencias, del tipo que sean, de nuestras elecciones. También sería conveniente reconocer de qué manera hemos intervenido en la vida ajena, si hemos sido una piedrita en el zapato, un algodón de azúcar o un refrescante pero insípido vaso de agua. Esto nos permitirá entender que no todo está en nuestras manos, sino que también dependemos de las elecciones de quienes nos rodean, lo que nos hará más empáticos.


Tomar decisiones conscientes en nuestra vida es estar al filo del vértigo. Ansiosos por decidir: emocionados y temerosos a la vez. Dejarnos caer reconociendo la fuerza de esa sensación es testimonio de la naturaleza humana e indicio de nuestra trascendencia.


***

Le temo a las alturas, pero me emociona ese miedo. Es lo mismo que siento cuando estoy por tomar una decisión importante. Ted Chiang sintetiza esta noción en su cuento “La ansiedad es el vértigo de la libertad” del cual surge el epígrafe de estas notas. Ahí crea la posibilidad de conocer las versiones alternas de nuestra vida en otros universos.



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