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Álvaro Enrigue y Tu sueño imperios han sido

Por Jonatan Frías


BASILIO: Cuenta, Clotaldo, cómo pasó.

CLOTALDO: Fue, señor, desta manera.

Calderón de la Barca


Al principio fue la Historia. Cuando los hombres nos cansamos de los dioses, creamos a los héroes. Les llenamos las manos de hazañas y ungimos sus pies de aceites y fragancias intoxicantes. Pero los héroes son hombres y, a diferencia de los dioses, ellos tiene permitido pecar. Somos humanos y nos movemos en el tiempo con la ligereza de una pluma. Vamos y venimos dejando apenas un rumor de noche detrás de nosotros. Porque la Historia no sólo es irremediable: es irredimible. Eslo lo sabe muy bien Álvaro Enrigue que ha hecho de ella el terreno más fértil donde cultivar sus fantasías más desbordadas.


Si Borges descubrió en la últimas páginas del onceno tomo de una polvorienta enciclopedia el indicio de una civilización que entendía que la Filosofía y el Álgebra eran apenas una ramificación más de la Literatura Fantástica, Álvaro Enrigue entendió (presintió acaso) que Tu sueño imperios han sido, perfectamente pudo haber sido escrita por uno de los viejos fabuladores de la mítica ciuadad de Uqbar.

Enrigue no opera como Pierre Menard. Su interés no está en recrear palabra a palabra la crónica de una invasión como lo hubira hecho un fraile del siglo XVI, sino en hacerlo con toda la potencia de un escritor chilango nacido en el Mehxicoh-Tenoxtitlan de finales de los sesenta. No quiere recrear la historia ni mucho menos redimirla -de qué habría qué redimirla, si en la historia lo único posible es lo que pasa. Nada irremediable puede ser algo malo. No, Enrigue quiere recrearla, participar de ella con la misma fascinación de un niño que descubre el camino de las hormigas o la profunda melancolía que se cae a pedazos un otoño en Nueva York. Quiere, como quiso también Sergio Pitol en El desfile del amor, contar las inumerables voces, los inumerables cataclismos, los inumerables espejos.


Tu sueño imperios han sido es la historia de una invasión. La historia de un deicidio: la caída de una cultura y de un idioma: de una forma de ser en el mundo. Cortés, figura central que ya había abordado en las páginas de Muerte Súbita, se presenta frente a Moctesuma con una idea, con un sueño. Ese encuentro que no sólo modificó el curso de la Historia, sino que modificó la misma idea de la Historia, es apenas el principio de una serie de posibilidades inagotables.

El libro abre con una carta del propio autor a su editora. Una carta que también es una declaración de hechos: de principios. Un carta que exige la recuperación primera de un idioma, de sus grafías y de su sonido primigenio. Si los límites de nuestra realidad están ceñidos por los límites de nuestro lenguaje: la realidad que ciñe las páginas de esta novela, se desborda por nuestras manos. Es una cosmogonía. No emana dioses; emana, como ya dije antes, posibilidades.

Pero antes de contar y de cantar las hazañas de los guerreros de ambos bandos, se preocupa por reconstruír los códigos, las formas, las texturas: los aromas. Todo comienza en una mesa, donde un español contempla un jarro con un caldo de guajolote y un chocolate con chile, miel y agua. Está invadido por el hambre y no se atreve a probar la comida, por más suculente que le parezca. Frente a él, un guerrero aguarda. Ese guerrero lleva puesta la piel de un hombre sacrificado a saber hace cuántos días. Su sangre, ya endurecida, baña el cuerpo del guerrero y cruje, cruje con cada movimiento. La intoxicación de aromas es de ida y vuelta.

La imposibilidad de la comunicación no radica en el lenguaje: está en las formas. En los protocolos. En los signos.

Los Caxtiltecas avanzan movidos por un impulso que no les pertenecía y que acaso tampoco descifraban. Tenían a la vista la gran ciudad de Tenoxtitlan, pero lo preocupante nunca había sido cómo llegar a Tenoxtitlan, sino cómo salir una vez qu estuvieran adentro.

La nueva novela de Álvaro Enrigue no es una novela histórica en la medida en que sí pueden llegar a serlo Muerte Súbita y Ahora me rindo y eso es todo, o incluso la misma Decencia. Novelas todas que dan cuenta de hechos verificables sobre los que Enrigue salpica una ficción maravillosa no menos carente de humor; pero de un homor corrosivo como el que sentimos en La vida conyugal de, sí, Sergio Pitol.

Tu sueño imperios han sido es una novela fantástica por principio de cuentas y para acabar pronto. Pertenece a la estirpe del Aleph de Jorge Luis Borges. Es un artificio desde donde se pueden ver las cosas imposibles, porque eso era esta ciudad situada en la región más transparente del aire: Tenoxtitlan es inconmovible […] pero nosotros estamos de paso.

Álvaro Enrigue. Foto: Alejandro Ortega Neri

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