Por Eduardo Jacobo

¿Qué pasa si mezclamos un hacha vikinga mágica, una tormenta, una fuga de prisión, una chica enamorada y un fraude millonario? Joe Hill toma estos elementos para entregarnos, como siempre, una excelente historia de terror.
La historia está ubicada en una pequeña ciudad del estado norteamericano de Maine, en 1983, justo al término del verano en el que una pareja de jóvenes se enamora y, antes de poder averiguar qué sigue en su historia, deben enfrentarse a una fuga de reos en medio de una salvaje tormenta. La isla Brody, lugar paradisíaco para vacacionar, se convierte en un territorio de cacería humana en el que June -una joven estudiante de psicología, quien escribe su tesis acerca de cómo la culpa ayuda a definir la masculinidad- se ve acorralada y a punto de sufrir una violación cuando se defiende con la única arma que encuentra a la mano: una vieja hacha vikinga.
Justo en este punto es cuando la historia se pone aún mejor, pues resulta que el hacha de colección es un arma con poderes mágicos capaz de decapitar a una persona, pero permitiéndole a la cabeza cercenada seguir hablando. June no sabe qué hacer con un par de cabezas que la reclaman por haberlos matado, así que decide llevárselas en una canasta que irá llenándose de cabezas conforme pasa la noche mientras June descubre la intriga detrás de un maletín lleno de dinero que confiscó la policía local.

Joe Hill sabe algo acerca del cine y del terror, y no sólo por ser hijo de Stephen King, sino por obras importantes del género como Black Phone -película basada en un relato de Hill- o por cómics como Locke and Key -adaptada al live action por Netflix-. Es así que este cómic se convierte en una atinada mezcla entre la narración en viñetas y el cine serie B, un relato divertido, pero macabro con un humor negro que hace a la protagonista bromear con quienes intentaban asesinarla minutos antes.
En el mejor estilo gore de obras como Evil Dead, Joe Hill aprovecha los recursos narrativos del cómic y el excelente dibujo de Leomacs para presentarnos escenas que tal vez serían muy abrumadoras en otro medio de comunicación, sin embargo, Hill se ha hecho de un estilo propio y nos tiene acostumbrados a finales más o menos felices, así que no desesperen y tal vez logren ver a la protagonista sobrevivir con su cabeza pegada al cuerpo…
