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Castas y virtuosas, amantes y traidoras

Por Arlett Cancino


La identidad de la mujer en México se define a partir de dos figuras míticas: la virgen de Guadalupe y La Malinche. La primera representa a una buena mujer, casta y virtuosa, que cumple al pie de la letra con las exigencias familiares y sociales de una obediente hija, una esposa sumisa y una buena madre. La segunda se identifica como la mala mujer, la amante del extranjero y traidora de su raza, aquella que quebranta alguno de esos mandatos de comportamiento.


Las escritoras son las primeras que se preocupan por esta contradictoria condición femenina. A mediados del siglo XX, Rosario Castellanos comienza a cuestionar cómo se nos configura en los discursos culturales e históricos del país, por eso se dedica a escribir ensayos e investigaciones académicas en las que vacía sus inquietudes, como lo son Sobre cultura femenina (1950) y Mujer que sabe latín (1973).


De igual manera, sus obras literarias están repletas de personajes femeninos que son mujeres modélicas o transgresoras de esos estereotipos de género. En Balún Canán (1957) representa los roles de la madre, la hija, la solterona, la traidora, la separada y la bruja. Todos derivados de la dicotomía antes expuesta que determina su destino y también los dota de originalidad e intensidad.


En esta novela, Zoraida es imprudente, irritable y supersticiosa; se casa por dinero para salir de pobre. Tiene dos hijos, un niño y una niña. Representa el ideal de la madre mexicana, abnegada, piadosa y dedicada al hogar. Sin embargo, sus valores son superficiales, pues, como muchas de nosotras en el mundo real, cumple con el rol sin creerlo sinceramente, lo que le genera una fuerte frustración y desarraigo. Ella prefiere fingir las virtudes de una buena mujer antes que reconocer sus deseos y pulsiones internas. A su lado, su hija entiende desde pequeña el lugar secundario que le corresponde por su género, ya que su madre preferiría que ella muriera en lugar de su hermano para así mantener el patriarcado familiar. De este modo, la niña emprende un viaje de iniciación hacia los roles femeninos que debe asimilar como propios.


Matilde es la solterona mustia que se ruboriza cuando alguien la saluda, pero que sucumbe a la pasión sexual, lo que le acarrea un embarazo no deseado que aborta clandestinamente. No obstante, el cargo de consciencia no la deja y vive al borde de una crisis nerviosa, tolerando comentarios con una sonrisa forzada. Ella ejemplifica a la mala mujer que trasgrede las normas de lo correcto y cae en la tentación del pecado y el asesinato de su hijo. Matilde está limitada por los roles de conducta que una joven decente debe seguir, aunque la hagan infeliz; por eso, cuando se entrega a los deseos genuinos de su yo, lo hace con remordimiento e inseguridad y estos dos sentimientos la empujan al exilio.


Romelia es la separada hipocondriaca. Al no tener pareja, carece de valor por sí misma y sólo cuando regresa con su marido adquiere nuevamente un estatus social. Bajo este estereotipo, cifra su existencia a partir de los otros, pues para que ella sea, es necesaria la previa existencia del hombre, quien será el que evalúe su comportamiento y la defina. Por otra parte, Francisca resulta ser más astuta. Se hace pasar por bruja para ser respetada. Los avatares de la vida la hacen cruel, autoritaria y avisada. De esta manera, sobrevive sin necesidad de un hombre que la defienda. Rompe con los parámetros de conducta convencionales. Es un personaje femenino activo, a diferencia de las otras mujeres que se dejan llevar por el determinismo vital que se les impone.


Finalmente, la nana es una indígena que cuida de la niña. Fiel a una familia blanca, se le considera una traidora y es execrada por los de su raza. A pesar de ser india, se encuentra estrechamente relacionada con el mundo de los patrones, trabaja para ellos y los estima, lo que le provoca la maldición de los suyos. De este modo, ella es un personaje femenino doblemente marginado: su pueblo reniega de ella por querer a los que mandan y los patrones no la reconocen como igual por ser india. Así se queda en medio ya sin identidad o con una identidad fragmentada, como les pasa los grupos minoritarios.


A través de sus personajes femeninos, Rosario Castellanos evidencia su filosofía de vida como una de las primeras autoras mexicanas abiertamente feminista, mismos que nos sirven para reflexionar sobre la contradicción identitaria en la que aún nos encontramos arraigadas cuando nos impostamos las poses de buenas o malas mujeres con tal de no ser excluidas de un mundo donde, sin embargo, no existe espacio para nosotras.


Para profundizar sobre los roles de género en México se recomienda el trabajo de María Guadalupe Pérez Aguilar: “Reflexiones sobre los estereotipos de la mujer mexicana y el sexismo en la educación formal”, del que retomo la dicotomía de la identidad femenina en México.


El análisis completo de la novela lo realicé en el ensayo “Modelos de mujer en Balún Canán de Rosario Castellanos”, incluido en Y son nombres de mujeres. Antología de escritoras zacatecanas II (2019).

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