Por Mónica Maristain

Leer un libro que salió hace tiempo, como Chicas muertas, de Selva Almada. Determinar que además de pionera, ningún libro sobre el feminicidio hizo tanta carne en mí como ese.
Me dicen en Twitter que fue la editorial que se lo pidió. ¿Habré ido yo si la editorial me lo pidiera? Hace muchos años el editor de Planeta, Gabriel Sandoval, me pidió un libro de presas, de chicas que pagan sus delitos en el reclusorio, la verdad es que no me animé.
Huyendo de esa sordidez, ¿cómo iba a meterme otra vez en ese fango, en esas siestas oscuras, en ese no tener a nadie para que me cobijara?
No sé si yo hubiera ido como Selva, mostrándome detective en esos lugares donde la gente esconde para siempre esos crímenes horrendos. Creo que me hubiera ahogado en la duermevela donde el que no tiene ningún adorno para mostrar, hace silencio y nadie puede penetrar en él.
Fui a San José, hace muchos años. Fui contigo, Sacha. Nos fuimos a ver a mi primo Rubén. No sé si entonces estaba todavía el frigorífico Vizental, que es el que nombra Almada en su libro.
Recuerdo que era la siesta y que salimos a buscar un vino decente por ese pueblo. Cuando todos dormían y nadie te iba a abrir la puerta, en momentos en los que yo quería estar en otro lugar. A veces la adolescencia es eso: querer estar en otro lugar.
Por el valor de 1,7 millones de pesos, el empresario entrerriano Marcelo Edmundo Hoffmann adquirió la planta subastada en 2004. En ese momento la intención era reabrir la planta que permanece cerrada desde hace más de 35 años, desde 1984.
Hoffmann tenía previsto poner en marcha un nuevo proyecto productivo-industrial en la localidad, para lo cual iba a realizar una inversión que superaba los 3 millones de pesos, algo que finalmente no se dio.
Las cosas que no se dieron en la Argentina. Vino la democracia. Luego vino el liberalismo. En el medio millones de mujeres muertas sin que nadie determine al culpable.
La impunidad no tiene fronteras en los cuerpos de esas muchachas demasiado lindas para no poder esconderse, con las hormonas flotando a la piel, sin ver ni sentir el peligro. O a veces sintiendo el peligro, pero estoy segura de que me salvaré.
Hace unos años, la escritora Jennifer Clement escribió un libro donde la madre quería embarrar, tapar, desfigurar a su hija linda. Esos tiempos de los narcos, ahora claro, cuando cualquier hombre podía entrar a tu casa y llevarte a la princesa.
Son tiempos duros estos.
Por eso me sentí absolutamente entendida por Selva Almada, en ese limbo donde uno misma a veces atrae el peligro. No es por supuesto justificar los asesinatos, ni los feminicidios, es simplemente tratar de que alguien te cobije en esos tiempos donde uno va por la vida desnuda, sin pensar en esos monstruos que babean a tu alrededor.
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