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Cine de ciencia ficción, importante para entender hacia dónde vamos: Naief Yehya

Por Alejandro Ortega Neri

Películas como Blade Runner, Terminator y Alien no sólo crearon un impacto en la sociedad ochentera por su manufactura técnica y discurso, elementos que las llevaron a convertirse en películas de culto que detonan nostalgia y engalanan la cultura pop, sino que también generaron un impacto, pudiéramos decir, en la política, porque ahora los poderosos del mundo se valen de máquinas para cazar humanos. Vivimos en la “militarización de las inteligencias artificiales”.


Al menos así lo considera, y su tesis no es nada descabellada, el ingeniero, narrador, crítico cultural, tecnógrafo y pornografógrafo mexicano, Naief Yehya, en su libro más reciente, titulado Mundo dron. Breve historia ciberpunk de las máquinas asesinas, editado este 2021 por el sello editorial Debate, perteneciente a Penguin Random House Mondadori.


Vía digital, no podría ser menos, nos conectamos con Naief Yehya hasta Nueva York para platicar de su inquietante y lúcido ensayo Mundo dron, pero también de este mundo loco que nos ha heredado el cine de ciencia ficción y su subgénero, quizá más crítico y filosófico, el ciberpunk que, según el autor, prefiguró la idea de las máquinas asesinas que enfrentan a los humanos en muchos ámbitos.

“A mí el asunto de los drones ya me parecía interesante desde la primera vez que supe que existían y más para lo que se usaban. Me parecía un tema importante sobre el cual había que reflexionar, pero, al empezar, encontré en los discursos cómo la gente los defendía o los atacaba. Simplemente creaban una narrativa en torno a la existencia de esto. Encontré que era inevitable pensar en referencias cinematográficas, que todo estaba anclado en el cerebro a través de estas imágenes de cine que llevan con nosotros desde los años 70, en el caso de Alien”, refiere el autor.


Y es que, si bien, para Naief Yehya toda la historia del cine de ciencia ficción tiene que ver con robots y monstruosidades que amenazan a la humanidad, es un tema importante y para pensar, por lo tanto, la aparición de máquinas que tienen la misión de matar seres humanos. “Sí creo yo que los discursos cinematográficos tienen un gran peso en cómo vamos conformando nuestras ideas, una idea de la tecnología y cómo nos relacionamos con las máquinas”.


Quienes crecimos viendo la saga de Volver al futuro creímos que éste sería fabuloso: autos voladores, patinetas con turbinas y chamarras que se secan solas, pero, si nos salimos de esa máquina del tiempo, de nuestro propio Delorean, en sitios como México parece que el futuro no ha llegado; aunque en muchos lugares paupérrimos no falte la antena de televisión, y ahora los celulares, quizá el futuro que nos alcanzó fue el del ciberpunk en el que la tecnología se codea con la miseria.


“La alta tecnología llega en un sistema de gran desigualdad social. Vivimos un cisma entre pobres y ricos que no hace más que acentuarse. Entonces, la aparición de las tecnologías en un contexto democratizador del consumo nos ha llevado hacia una realidad muy extraña, en la cual, por ejemplo, las comunidades más paupérrimas, las despojadas de todo bien, tienen tele y celulares, que se han vuelto el código tecnológico universal de igualdad”.

“Hemos tenido oleadas tecnológicas que han ido rebasando las expectativas en cierta forma y, por otro lado, están muy rezagadas de nuestros sueños, de nuestros ideales. Lo que es claro para mí es que el costo de la proliferación tecnológica es altísimo y catastrófico, y tiene que ver con el calentamiento global en todos los sentidos. El camino que elegimos fue la ambición corporativa, la ambición Estatal, los deseos de control, de vender entretenimiento a bajo costo, nos ha empujado por caminos que, yo creo, nos están dando pocas opciones de supervivencia como especie”, asevera el autor de Mundo dron.


Aunado a esto, la especie humana también se enfrenta a la automatización: las máquinas hacen el trabajo y, por ende, los obreros se enfrentan a una nueva preocupación. Los humanos tienen que lidiar o coexistir con otra especie que está creando un panorama complicado.

“Veo todo como parte del mismo fenómeno de la dronificación, es decir, cuando aparece el dron en 2002, lo que me hacía pensar es que era un elemento más de esta despersonalización y de esa sustitución del trabajo humano porque, por un lado, es lo más extremo, vamos a matar gente por medio de la representaciones digitales, pero, por otro, es un eco de todo lo demás: la sustitución laboral en las fábricas, en el campo; la proliferación de máquinas para sustituir a los campesinos, en la pisca, en la recolección, el sembrado, pero también en el trabajo intelectual”.


Todo esto, afirma Naief Yehya, es aterrador y además una paradoja, porque dentro de la ilusión que se tiene de que el robot es para liberar al hombre, para que tenga más tiempo de dedicarse al espíritu y la diversión, esto no existe, señala, pues una vez que le quitan el ingreso, le quitan su vida. Ya no hay diversión, no hay entretenimiento; no hay relajamiento si no hay labor.


Más allá de esa ilusión de la que habla el autor de Mundo dron, la tecnología ha servido para hacer el mal. Los ejércitos cazan terroristas con drones y en México los cárteles de la droga también los usan como herramientas explosivas, de ataque. “Ese es el asunto. Es la caja de Pandora que, una vez que se libera, ves la posibilidad y que no hay consecuencias. Era obvio que no solamente los Estados nacionales, que ya tienen en sus arsenales militares drones, lo harían; hay una serie de niveles gubernamentales que ya han adquirido entre sus recursos también drones, como las agencias de inteligencia, las de espionaje y el crimen organizado y desorganizado”, enfatiza.


El dron, explica Yehya, surge como un recurso que iba a limitar la guerra, que iba a tener esa virtud de nada más matar a los malos, que es, asegura, la fantasía estadounidense por antonomasia: eliminar a los bad guys;pero es claro que en los casi 20 años que lleva esta campaña, la cantidad de daños colaterales rebasa casi por tres dígitos a los verdaderos blancos que se mataría. “Es increíble, porque la idea es de un simplismo absoluto”.


¿Cómo coexistir con estas tecnologías que, si bien, ayudan, nos ponen en constante riesgo contra esas máquinas hostiles? Pregunto.


“Está bien difícil, porque la única herramienta que nos queda es estar conscientes de lo que pasa. En gran medida, es eso de lo que se trata el libro. En gran medida, el libro tiene ese elemento lúdico que es el cine. Lo que nos corresponde es informarnos, no ser drones, porque vamos por la vida siendo controlados a control remoto, siendo llevados por los caminos con Google, Uber, que tripulan necesidades, voluntades y deseos, y en esa dronificación nos hemos vueltos aún más pasivos en el uso y consumo de la tecnología. Y más adictos.”


Mundo dron puede ayudar al lector no sólo a entender los filmes de ciencia ficción que el autor bien conoce y que utiliza como pilares para desarrollar su ensayo (Blade Runner, Terminator, Mad Max y Alien), sino que también se convierte en un gran ventanal para entender la sociedad del presente.


“La crítica cinematográfica sólo tiene sentido para mí desde que no me habla de una película, sino que me habla del contexto y el universo donde sucede esta película. Sin eso, la crítica cinematográfica me parece un entretenimiento, pero cada película nos da la oportunidad de pensar lo que vivimos, pensar en nuestro entorno, nuestro compromiso. Aun la más tonta, el deshecho más grande, los remakes, nos deben dar la oportunidad de pensar en nuestra sociedad, para situarnos. Toda película que nos habla de nuestro momento, aún sin hablarlo, es una mina de oro”.

Naief Yehya agrega que cuando vio Alien, Blade Runner, Mad Max y Terminator se quedó con la intuición de que estos filmes marcarían todo lo que le importa como estudioso, sobre todo, Blade Runner, dice, porque el filme de Ridley Scott, de 1982, creó un mapa intelectual y tecnocultural de lo que ha sucedido en el siglo XXI. “Yo apuesto mucho por eso, por confiar en que son importantes para entender hacia dónde vamos”, concluye.


Además de Mundo dron, Nief Yehya ha publicado las novelas Obras sanitarias (1992), Camino a casa (1994), La verdad de la vida en marte (1995) y Las cenizas y las cosas (2017); los libros de cuentos Historias de mujeres malas (2002) y Rebanadas (2012); y los libros de ensayo El cuerpo transformado. Cyborgs y nuestra descendencia tecnológica en la realidad y la ciencia ficción (2001), Guerra y propaganda, medios masivos y el mito bélico en los Estados Unidos (2003), Pornografía. Sexo mediatizado y pánico moral (2004), Tecnocultura. El espacio íntimo transformado en tiempos de paz y guerra (2009), Pornografía. Obsesión sexual y tecnológica (2012) y Pornocultura. El espectro sexualizado de la violencia en los medios (2013).


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