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Crónicas marcianas o la naturaleza destructiva del humano


Por Arazú Tinajero

Crónicas marcianas de Ray Bradbury (Planeta, 2008) es una serie de relatos sobre la conquista del planeta rojo entre 1999 y 2026: la partida del primer cohete; los encuentros entre terrícolas y marcianos; el fracaso de las primeras expediciones; una civilización milenaria muerta a causa de una enfermedad infantil; la destrucción de ciudades ajedrezadas de los desiertos azules y la proliferación de pueblos a imagen y semejanza de aquellos abandonados en la Tierra.


Sin embargo, -como bien apuntan los críticos de Bradbury-, cohetes, viajeros espaciales, robots y extraterrestres de Crónicas marcianas son prácticamente elementos ambientales, parte de un escenario en el que el autor evidencia “la naturaleza destructiva del ser humano” -anticipada por Spender en el séptimo relato titulado "Aunque siga brillando la luna"-. El racismo contra negros, cherokees y mexicanos, lo mismo que contra marcianos; la explotación minera y turística del cuarto planeta; la contaminación y la guerra; el rechazo al arte, los cuentos fantásticos y de horror, así como el mal uso de la tecnología.


Crónicas marcianas, obra escrita en 1950 y que en 2020 cumplió 70 años enmarcada en el centenario del nacimiento de su autor, es, de igual manera, un libro que también desvela, quizás, el mayor temor del humano: la soledad. En esta segunda lectura de la obra de Ray Bradbury, en medio de un confinamiento social obligado por la pandemia mundial, fue perturbadoramente fácil descubrirse en ese ambiente desolador, dominado por el calor y el viento que juega con el polvo azul del desierto marciano, sentirse el único terrícola en medio de ese vacío, tan vulnerable –como todos- a recuerdos, deseos y sueños, al grado de evitar cuestionar la presencia física de seres amados, muertos años atrás. “¿Qué arma podrían usar los marcianos contra las armas atómicas de los terrestres? La respuesta era interesante: telepatía, hipnosis, memoria e imaginación.”


La frase:

“No arruinaremos este planeta, dijo el capitán.

¿Usted cree que no? Nosotros, los habitantes de la Tierra, tenemos un talento especial para arruinar las cosas grandes y hermosas.”

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