Por Eduardo Prado
Soy un seguidor de la música rock y sus vertientes, aunque mi género preferido es el metal. A mis 14 años escuché por primera vez el sonido rock con el disco L. A. Woman, de The Doors, el cual encontré entre acetatos de Carlos y José, Ramón Ayala, Los Alegres de Terán, Los Tigres del Norte, Chico Che y Rigo Tovar que mi padre escuchaba. Después de ser un neófito, me incorporé a la secta musical como un creyente seguidor de su propia parroquia.
En 2017, después de una estadía de casi dos años en Cancún, regresé a mi emblemático defectuoso al que extrañaba por su comida, los personajes que se encuentra en sus calles y los viajes por el metro. Es así que, en sus tianguis rodantes, en el mercado de la Raza que sólo se encuentra los domingos, llegué a un puesto de discos con música punk que era atendido por el “Púas”, cuyo mote no tenía que ver con su aspecto, pues lo había heredado de su padre -me contó después-. Observé por un momento los discos que colgaban y entre estos surgió la voz del “Púas”: “¿Buscas algo? Te recomiendo al Dr. John Cooper Clarke”. De esa manera me embarqué en la cotidianidad Clarkiana.

Foto: Gerald Jekins
Nacido en Salford, Inglaterra, en 1949, y considerado el “poeta del pueblo” o el “poeta punk”, John Cooper Clarke labró una estela particular. Con una imagen dandinesca y una cabellera única, ha sido una gran influencia para el rock. Sus inicios como letrista y poeta se remontan a finales de la década de 1970 en pleno auge punk, siendo referente para bandas que posteriormente se consolidarían, entre ellas Joy Division, New Order o Duran Duran, además de compartir escenario con Sex Pistols, The Clash y Buzzocks.
Su primera placa Disguise in Love (Epic Records, 1978) fue grabada por el legendario Martín Hannett -quien grabaría a Joy Division, New Order, Magazine y Happy Mondays-; un disco que combinó poesía y música en 16 temas, entre los que destaca “Psycle sluts”, un poema lleno de ironía, crítica política y desencanto del mundo.
Grabó luego un segundo álbum, Walking Back to Happiness (1979), y en 1980 realizaría su placa más popular que lo lanzó a la fama: Snap, Crackle & Bop. En este último disco, Cooper Clarke es un contador de historias poetizadas que, a mí parecer, lo convierten en uno de los escritores del rock con mayor profundidad, tanto que la composición musical pasa a segundo plano cuando su voz emite estrofas satirizadas como en “Condicional Discharge”: “Satisfaction, comes and goes/ Biological action, cannot be froze/ A sexual recharge, a plug in a socket/ Conditional/ discharge, a sticky deposit/ More on the sick, down in the dumps/ Visit the clinics, where the stethescopes jump/ On the love-sick side effects”.
Cooper Clarke utiliza palabras y analogías para dejar entrever que las ciudades pueden ser esos lugares que describe en “Evidently Chickentown”, violentas, rutinarias e inmersas en el sopor del aburrimiento: The bloody pubs are bloody dull/ The bloody clubs are bloody full/ Of bloody girls and bloody guys/ With bloody murder in their eyes/ A bloody bloke is bloody stabbed/ Waiting for a bloody cab/ You bloody stay at bloody home/ The bloody neighbors bloody moan/ Keep the bloody racket down/ This is bloody chicken town”.
Muestra, asimismo, las ilusiones del paraíso, ese que está a la espera de ser aprehendido y recapturado por los propios creyentes para embarcarse en la búsqueda del cielo. La rola “Limbo (Baby limbo)” es una oda a esos lugares prometidos y que son una imagen de nuestros deseos: “Halfway to paradise/ stuck in the lifts/ some Smart crackin' bimbo/ say’s you can’t be employed/ sends you off to limbo/ on the stairway to a void”.
La familia y sus relaciones cotidianas aparecen en el tema “A Distant Relation”, aunque también es una forma de criticar el esquema familiar de la sociedad inglesa de las décadas de 1970 y 1980, pues incorpora texturas llenas de cotidianidad y recuerdos azarosos de la vida familiar: “A family affair/ We get the picture/ We're in it somewhere/ Permanent fixtures/ People who care/ Stranger beware/ This is a family affair”.

Las analogías que logra Cooper Clarke son intensas, con extrañeza y desasosiego. Siempre recurre a la realidad de las calles, la vida diaria y los lugares citadinos para mostrar su belleza y crudeza; intenta ser un cronista de su tiempo al entablar un diálogo con su visión particular de la vida en sociedad. El punk lo hace ver refinado, simbólico, estilístico y crudo en la composición de letras, siendo un ejemplo de esto el track “Sleepwalk” cuando canta: “Shop through city on a world of eyes/ Marvelously dead/ These Friends of mine need exercise/ They sleepwalk instead/ No guardian angle intercepts the/ Sleepwalkin' kid/ Who sleepwalks the fractured steps/ To the sleepwalking skids/ The way the private eye goes/ about his ancient art”.
Por su parte, la canción “Belladonna” -el tema que más disfruto- nos remite a la guerra y la paz, a ese aliento por encontrar lugares de confortabilidad, ya que cuenta con un bajo marcado y una estructura musical elaborada. Música y letra funcionan, y la voz de Cooper Clarke se funde para mostrarnos la mejor cara del poeta punk, en la que se escucha el reclamo y la consternación: "No bells falling, no calls to arms/ No sirens, no false alarms/ By the telephone lines/ On the side of the farms/ Holding hands, by the row of fir trees/ Where the flowers of evil... never grow/ Under a heartbeat, heavy but slow/ Walking together in the purple snow enchanting breezes, bring the rain”.
Dr. John Cooper Clarke escribe una emblemática canción punk describiendo una calle cualquiera y lo que sucede a su alrededor. Al igual que un cronista urbano, remite frases y figuras de lo que observa. Es un sociólogo sin teoría que nos habla de la cotidianeidad urbana y el horror que conlleva habitar las calles de las ciudades. Con su recurrente ironía y sarcasmo, Cooper Clarke deja asentado que su forma de escribir y componer es propia, honesta y directa, y se particulariza en “Beasley Street”: “If i could have just one wish/ I would be a photograph/ On a permanent monday morning/ Get lost or fall asleep/ When the yellow cats are yawning/ Around the back of Beasley street”.
Para 1982, bautizó una nueva placa, Zip Style Method, en la que encuentra madurez en cuanto a la forma de escribir, aunque sigue percibiendo el mundo en la misma línea que el álbum anterior. Del disco se desprende un tema que, décadas después y en contextos diferentes, popularizaría otra banda y su songwriter, pues los Artic Monkeys, liderados por Alex Turner, retomarían en 2013 “I Wanna be Yours” para darle un nuevo aliento e imprimirle su estilo. El nombre de la canción sería retomado por el propio Cooper Clarke, en 2020, para titular su autobiografía en la que desvela, de manera intimista, su vida, el mundo de la música y lo que conlleva escribir poesía.
En 2015, la compañía discográfica Sony realizó un tributo en CD/DVD, titulado Anthologia, en el que participan Paul McCartney, Kate Moss y Alex Turner, entre otros, para coverear temas del mismo Cooper Clarke, y en 2017 apareció This Time Its´s Personal, un disco a dúo con el cantante Hugh Corwell -líder de la banda punk rock “The Stranglers”-, con un toque más personal e intimista en el que la composición musical recae en Corwell y la creación de letras en ambos, sin dejar de lado la ironía y critica que caracteriza las composiciones del Dr. Cooper Clarke.
Sin duda alguna, John Cooper Clarke es uno de los songwriter punk vivos que han marcado influencia en la forma de componer y la manera de ver el mundo que los rodea. Así es que, mientras el dandi punk siga vivo, embarquémonos en sus letras, destapemos una cerveza y veamos a través de la ventana lo que pareciera ser la calle Beasley.
