Por Alejandro Ortega Neri
Foto: El Reborujo Cultural
El año pasado, el sello Reservoir Books tradujo para sus lectores hispanoamericanos Érase una vez en Hollywood, el debut literario del cineasta Quentin Tarantino basado en la historia de su último filme, hasta el momento, que lleva el mismo nombre y le valió a Brad Pitt el Oscar como mejor actor de reparto por su interpretación del personaje de Cliff Booth.
El argumento es básicamente el mismo de la película: Rick Dalton, un actor de series televisivas de acción, ahora en decadencia y abandonado al consumo de whisky sour, busca un papel que lo redima. A él lo acompaña Cliff Booth, su amigo y doble para las escenas de acción, a quien lo cubre un pasado dividido entre el heroísmo, por ser veterano de guerra, y lo oscuro, al rumorarse que asesinó a su esposa. Estos dos personajes, que en la pantalla grande son encarnados por Leonardo Di Caprio y Pitt, son los antihéroes de esta novela que, cabe aclarar, va mucho más allá de lo que se vio en el cine.
Entre los personajes se encuentran también Charles Manson, Sharon Tate y el cineasta Roman Polanski, por mencionar algunas figuras históricas con las que Tarantino va construyendo paulatinamente su universo narrativo, al grado, incluso sin pensarlo, de proponer una nueva forma de novelización, concepto que define la adaptación a formato de novela escrita de una historia desarrollada originalmente en otro medio, en este caso, el cine.
La historia que mostró en la gran pantalla es apenas un mínima parte de lo que ofrece su debut literario en el que profundiza en microhistorias, tramas, descripciones y hasta breves recorridos por la historia del cine con los que se desvela a un autor que no sólo sabe narrar con secuencias y planos, sino también con palabras, haciéndolo, además, con un talento envidiable.
Tanto la novela Érase una vez en Hollywood como la película son un homenaje al cine clásico y las historias detrás de la pantalla. Tarantino es una enciclopedia del clasicismo hollywoodense, pero también del celuloide mundial, ya que entre las páginas de la novela profundiza en la obra de autores internacionales con un conocimiento basto y opiniones agudas de un estudioso del cine, quien es, además, un excelente narrador con facilidad para construir tramas que desembocan paulatinamente en paroxismos.
A quien tenga sus reservas en leer la novela porque piensa que conoce el final tras ver la película, debo decirle que está equivocado. El filme no es spoiler, es apenas iniciación. Quien piense también que encontrará entre las páginas grandes desafíos intelectuales y existenciales para considerarle una gran novela, tampoco lo hará; en cambio, podrá disfrutar de una historia que se cuenta de corrido y con un lenguaje frenético y palpitante. Quien piense, además, que el libro está salpicado de sangre, déjeme decirle que está en lo correcto y más: es Tarantino.
Desde hace tiempo, Quentin amenazó con su retiro de la dirección cinematográfica tras el estreno de su décimo filme. No sabemos si suceda, pero de ser así, ojalá el señor se dedique a la literatura, pues Érase una vez en Hollywood, su primera novela, es deliciosa y brutal.