Por Eduardo Jacobo Bernal

¿Qué pasa cuando se reúne Alan Moore -escritor, mago del caos y el guionista de cómics más influyente de la actualidad- con Malcolm McLaren -músico, performer y mánager de los Sex Pistols-? La respuesta: una reinvención de La bella y la bestia combinada con la vida de Christian Dior.
El encuentro entre estos dos personajes de la cultura pop se dio al final de la década de 1980, cuando McLaren buscaba incursionar en otros territorios del arte y puso su aguda mirada en el cine, intentando llevar a la gran pantalla su sello característico, una cosa llamada mash-up, palabra que proviene de un término musical en inglés que significa la creación de una nueva canción a partir de la mezcla o pedazos de otras piezas. De esta forma es que McLaren había combinado la música techno con la ópera y ahora pretendía fusionar el cine con la narrativa gráfica, por lo que acudió en busca del hombre a quien llamaban “la mano izquierda de Dios”: el creador de Watchmen y de V for Vendetta: Alan Moore.

Con la intención de hacer una película, McLaren le propuso a Moore desarrollar una historia que hablara del lado oscuro de la moda y las pasarelas, que mostrara la compleja relación entre un cuerpo y las prendas que lo cubren. Sin embargo, diversas situaciones impidieron llevar a buen puerto el proyecto, por lo que sería hasta inicios del siglo XXI que Moore fue convocado para terminar la historia en el formato de cómic, apoyado por Antony Johnston en la adaptación del guión y con el elegante dibujo del argentino Facundo Percio.
Ambientada en un futuro cercano, Fashion Beast trata acerca de Celestine, la marca que dicta la moda en un mundo que vive al borde del holocausto nuclear y en el que el glamour se ha vuelto el madero al cual se aferra una sociedad que ha perdido la esperanza en el mañana. Sumidas entre la pobreza, la guerra y la incertidumbre, las personas hacen de la moda el eje de sus vidas, ya sea como forma de trabajo, meta aspiracional o estilo de vida; mostrándonos que la moda no es sólo un elemento superficial de la industria, sino un complemento que empodera a quien la usa.
“Nuestros afectos, nuestras vanidades, son las máscaras del diablo que nos dan poder, que nos hacen queridos o temidos”, exclama Jean-Claude, el genio deforme detrás de las mejores creaciones de Celestine cuando es increpado por Doll, una chica de apariencia andrógina que se ha enamorado del monstruo que no sólo confecciona ropa, sino sueños para mantener funcionando a una sociedad que ya no se interesa en nada más que en sí misma.
Ideada hace 30 años, esta historia mantiene una vigencia sorprendente, pues nos enfrenta a un escenario de incertidumbre por el futuro, en el que elementos, aparentemente superficiales y efímeros como la moda, se convierten en una expresión política, afectiva, social, religiosa o filosófica. Somos, al final de cuentas, maniquíes desnudos que eligen vestirse no sólo para cubrirse del frío, sino para afirmar nuestra pertenencia en el mundo…
