Por Arlett Cancino

Es la quinta cita. Un día antes hablaron y ambos externaron su deseo de seguir conociéndose, de profundizar más en la vida de cada uno para en un futuro establecer un noviazgo. Hoy, sin embargo, la dinámica del encuentro se tornó rara. Él ha subido su tono de voz en varias ocasiones porque ella le explica la importancia de llevar una alimentación sana. Con frases indulgentes se dirige a su acompañante, dando por hecho que esta no sabe dialogar. Cuando ella le pide que no sea condescendiente y que la deje hablar, él explota, acelera, da vuelta en U mientras sigue vociferando que lo mejor es que dejen ahí las cosas porque ella es tan castrante que no toleraría tenerla de novia.
La chica tiene fuertes argumentos para contestar y rebatir la actitud de quien la acompaña, pero también tiene un nudo de miedo en la garganta. Analiza la situación en la que se encuentra y lo que podría pasarle si no se baja de ese coche. Su decisión es hacerse la tonta, fingir que no entiende de lo que le habla, quedarse callada. En ese punto sólo le responde: “Ya no digas nada, déjame bajarme o llévame a mi casa”. Ambos guardan silencio: ella con temor, él con ira.
Entre las mujeres, hacerse la tonta es una estrategia de supervivencia cuando nos encontramos en situaciones en las que hemos perdido el control y estamos en peligro. Para salir del apuro, dejamos que el iracundo grite lo que tenga que gritar o que el transeúnte de una calle oscura diga su piropo sexista. Mientras esto sucede, a nosotras el temor nos acelera el corazón y nos pone en alerta máxima, nos fingimos tontas para mesurar las emociones, evaluar las circunstancias, buscar una salida y escapar; es una estrategia inteligente para mantenernos con vida en escenarios en las que la confrontación con el otro podría hacernos daño.
Ninguna mujer debería hacerse pasar por estúpida y quedarse callada cuando se le agrede verbalmente y tiene los elementos suficientes para defenderse, no obstante, debe prever la reacción que desencadenaría su respuesta, puesto que el hecho de que una mujer tome la voz es ya una transgresión al orden cultural, es un delito en el orden simbólico del mundo y desde ese ángulo debe ser castigada. ¿Por qué es así?
El género es una categoría universal y transversal que establece la posición de mujeres y hombres en la realidad social. Nos denomina desde el nacimiento con base en nuestro sexo y nos determina a lo largo de la vida, puesto que, según nuestro género, debemos hacer ciertas actividades y poseer tales o cuales creencias. Fija, además, el tipo de deseo y subjetividad, identidad y autoidentidad que nos corresponde pero, sobre todo, determina quién tiene el poder.

Lamentablemente, el predominio de un género implica la sumisión y coerción del otro y marca las dinámicas entre sujetos. Es decir, la valoración que el ser humano hace de la diferencia sexual distribuye de manera desigual los poderes. En ese contexto, la mujer no se pertenece a sí misma y es “diseñada” para ser-de-otros, marcando con ello su sujeción a los deseos de los demás. Así, en la sociedad patriarcal “los hombres como género tienen asegurado el dominio del mundo y las mujeres como género tienen asignado el cautiverio”.
La existencia de circunstancias en las que una mujer tenga que hacerse la tonta por temor a un hombre se debe a ese orden patriarcal. El patriarcado se encuentra arraigado tan profundamente en nuestra mentalidad que nos hace creer que las cosas son así por naturaleza y normas inmutables, que las mujeres no debemos externar puntos de vista para no incomodar o molestar a un hombre, ni tampoco caminar por la calle de noche porque no corresponde a nuestro género y nos hace correr el peligro de despertar los instintos del macho.
Erradicar los contextos de peligro por razón de género para las mujeres implica que los hombres tengan consciencia sobre las dinámicas en las que viven y cómo su posición en ellas afecta el desarrollo pleno de las demás. Si bien la lucha feminista tiene una larga tradición en el despertar de las mujeres sobre su situación de desventaja, los estudios de género no son exclusivos de nosotras. Su análisis y reflexión se centra en las formas en que el género ha estructurado el orden social para todas y todos los sujetos y cómo esto limita el desarrollo del ser humano.
En el caso aquí descrito, el enojo del sujeto tiene que ver con la manera como su acompañante lo confronta cuando no está de acuerdo con la dinámica en la que ambos se desenvuelven. La mujer está invadiendo un espacio que no le corresponde al mostrar su capacidad de rebatir y expresarse, a él sólo le queda intimidarla alzando la voz para mostrar quién es el que manda. Entender que como mujeres y hombres estamos condicionados a comportarnos de una manera particular no es responsabilidad sólo de las mujeres como género inferiorizado, sino también de los hombres a los que les es cada vez más difícil establecer relaciones sanas con mujeres fuera de molde.
¿Qué pasaría si en vez de hacerse la occisa la chica responde a los insultos de su acompañante? En un país como el nuestro, lamentablemente la respuesta más certera es también la más dolorosa y violenta.
La cita y definiciones sobre género que se incluyen en estas notas provienen del libro Género y feminismo, de Marcela Lagarde. Las violencias verbal y psicológica pueden ser tan sutiles que a veces nos resulta imposible reconocerlas, sobre todo si no contamos con una red de apoyo: amigas, amigos y familiares. Para saber cómo funcionan, se recomienda ver la película Alice, Darling.
