Por Eduardo Jacobo

¿Cómo crees que acabará el mundo? Es una pregunta que pocas veces nos hacemos, estamos acostumbrados a que el fin del mundo sea algo lejano, ajeno a nosotros, solamente posible en el terreno de la ficción, pero si nos detenemos un momento y nos tomamos esa pregunta en serio, si de verdad contempláramos la posibilidad de presenciar el fin de la humanidad, la siguiente gran pregunta sería: ¿con quién te gustaría vivir durante el apocalipsis?
Esta es la premisa de la que parte La linda casa en el lago, historia escrita por una estrella en ascenso como lo es James Tynion IV -autor de Hay algo matando niños, obra que he alabado varias veces en esta sección-, quien juega con la idea del confinamiento, el fin de la humanidad, y las relaciones entre las personas que han sobrevivido.
Evidentemente escrito en el primer periodo de confinamiento por COVID-19, Tynion extrapola esta idea y nos muestra a un grupo de personas que han sido obligadas a permanecer en una hermosa casa en un lago provistas de todas las comodidades y entretenimiento posible, pero aún así, el no poder salir de esa burbuja se vuelve tan o más aterrador que lo que está pasando afuera.

Se trata de un cómic que pone como pretexto un apocalipsis para mostrarnos lo verdaderamente importante: las relaciones humanas. Un grupo de personas forzadas a vivir juntas 24 horas los siete días de la semana. Y por más que sean amigos, pareja o familiares, acaban por hartarse de no tener opciones. El más grande terror es no tener elección.
Sin duda es una historia catártica después de haber estado confinados casi un año y medio. El estrés y ansiedad que generó el encierro produjo terribles resultados en casi todas las relaciones: el índice de divorcios se disparó, los suicidios igual, las familias se dieron cuenta de que estar encerradas es una sensación desesperante, aún y con la posibilidad de leer, ver películas o jugar videojuegos; aún teniendo comida y mucho tiempo en casa, la sociedad no resistió vivir en una burbuja.
Somos seres esencialmente sociales y requerimos salir, ver rostros nuevos, enojarnos con un desconocido en el tráfico, apretujarnos en un concierto o en el transporte público. Y el saber que hay un mundo allá afuera, por peligroso que sea, nos invita a salir, tan es así que a pesar de que la pandemia no ha terminado, hemos decidido arriesgarnos y volver a las calles, el terror al virus es menor que la asfixiante comodidad del confinamiento y eso es justo lo que este cómic explora…
