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La música me acompaña siempre: Elías Manzo

Por Alejandro Ortega Neri

Foto: Alejandro Ortega Neri


Aprovechando una pausa en su gira por varios estados del país, busqué al joven pianista zacatecano Elías Manzo para charlar a manera de entrevista. Su última presentación en la capital, en la que compartió escenario con el Cuarteto de Cuerdas José White interpretando conciertos del noruego Edvard Grieg, me había dejado flotando y con los ojos anegados. Lo entrevisté brevemente cuando tenía 13 años y en ese entonces le gustaba la Lucha Libre y Led Zeppelin, ahora tiene 18 y sus gustos han cambiado un poco, pero su maestría para tocar el piano es cada vez más sorprendente.


Mientras esperaba a Elías ante la majestuosa y restaurada puerta del Teatro Fernando Calderón, en el centro de la ciudad de Zacatecas, no dejaba de rondar por mi cabeza la figura imponente de Leila Guerriero y su cabello ensortijado, diciéndome que “todo buen periodista debe ser capaz de entender lo que dijo el piano, pero también de entender cuándo es necesario informar sobre los calcetines del pianista”. Tenía nervios por la entrevista, por las preguntas, por el desarrollo. ¿Qué pensaría ese músico del entrevistador que tiene un nulo conocimiento de la música para piano?


El joven bajó de un coche conducido por su padre, el también pianista Antonio Manzo, y tras esperar varios minutos, ingresamos al inmueble, cuyo Foyer estaba disponible sólo para nosotros dos con la idea de que Elías se posicionara en el piano Petrof que descansa casi olvidado en el recinto universitario a fin de realizar una sesión fotográfica. “Este es muy buen instrumento, pero necesita restauración”, me dijo mientras sus dedos veloces apretaban las teclas de marfil que quebraron el silencio del lugar.


¿Puedes pasar un día sin tocar el piano?, pregunté inicialmente, luego de ver que sus dedos, cortando el aire, se movían sobre sus rodillas como si estuviera ejecutando un concierto de alto grado de complejidad. “Es algo que llevo haciendo nueve años y sí es de diario, pero sí tengo que decir que hay varios días de muchos conciertos que descanso unos días a la semana. Creo que es algo bueno, pero no siempre es posible porque cuando tengo un concierto en puerta estudio todos los días, es cuando más avanzo. No tengo ningún problema en no tocar un día, pero sí se siente un poco extraño”, responde sin dejar de tocar el piano imaginario que se encuentra entre los dos.

Las horas de estudio antes de un concierto de Elías Manzo varían, pueden ser de una a cuatro horas, aunque recuerda que lleva nueve años preparándose. Ante ello, opta por lapsos breves porque, aunque sabe que puede lograr rutinas de largas horas, es complicado que su mente cansada se concentre al cien por ciento. “Dos horas invertidas son mejor que cinco”, dice con la experiencia de toda su niñez y juventud a cuestas.


Con sólo nueve años de edad, Elías Manzo debutó al frente de una orquesta; ahora tiene 18 y no dejo de pensar cómo ha hecho para conjugar, precisamente, etapas importantes de su vida como son la niñez, la adolescencia y ahora la juventud con una disciplina férrea como es la de un profesional de la música de concierto. Se lo pregunto.


“Empecé desde que era un niño y casi como un juego, no lo veía como algo realmente serio. Me di cuenta de lo que estaba haciendo hasta los 11 ó 12 años cuando comencé a interesarme un poco más o a darle el valor que tiene tocar para una orquesta, porque mi primera presentación con una orquesta fue con nueve años y recuerdo que estaba bastante nervioso, pero era un niño, no lo dimensionaba. Pero con ya con 13 años empezaba a atender más los compromisos importantes, por ejemplo, en Bellas Artes me presenté con 13 años. Estuve también con la Filarmónica de Jalisco que es de las mejores orquestas y con la Sinfónica de Xalapa que es la orquesta más antigua de toda Latinoamérica”.


Elías reconoce que ha sido “un poco complicado” conjugar su crecimiento con su carrera, sobre todo porque a partir de esa edad, los 13, comenzó a querer estar más con amigos, y en ocasiones no tenía ganas de estudiar, sino de jugar videojuegos. No obstante, opina que para hacer algo grande se tienen que sacrificar ciertas cosas. Afortunadamente, agrega, cree que ha podido llevarlo bien, aunque reconoce que los amigos y el tiempo para ver la tele son sanos, porque la carrera de un músico inicia tempranamente y esos momentos no deben evadirse, ya que también forman como persona.


“A veces, evidentemente, pienso que me hubiera gustado tener una vida más promedio, en el sentido de despertar, irme a la escuela, terminar, llegar a casa a comer, hacer tarea, dormir y ya está, sólo eso. Es complicado y no es algo para todo el mundo. Cuando empecé, para nada pensé que iba a terminar así: no pensé ser alguien que viajaría, que tocaría o con compromisos importantes. También sé que hay muchas cosas que yo tengo y que mucha gente de mi edad no puede tener”.

Foto: Alejandro Ortega Neri


El pianista que escucha a Behemoth y Slipknot


Para Elías Manzo la música no es sólo una profesión, es también pasión. Dice que cuando está en el escenario confirma que es los suyo, en lo que se siente cómodo y bueno, y aunque sabe que aún le falta mucho por aprender, siente que avanza cada vez más y mejor en el arte de hacer música, que es muy distinto a sólo pisar las teclas, precisa. Y esa es su meta, dar el gran paso para ser un músico y no un intérprete.


“Es algo muy complicado, pero es algo que siempre estás buscando, pensando qué puedes hacer o lograr con el sonido de este instrumento que puede hacer todo el sonido de una orquesta. Los pianistas no somos músicos que siempre vamos con nuestro instrumento a todos lados, casi siempre te vas a encontrar que hay pianos peores para unas cosas, pero vas a tener que trabajar con ellos e intentar sacarles lo mejor y darle algo bueno al público. La verdad, la música siempre me acompaña, está dentro de mí. Jamás puedo evadir mis pensamientos de algo que tenga que ver con eso”.


A Elías le molesta la idea estereotipada que se tiene sobre los gustos musicales de los concertistas, pues dice que no por ser un pianista escucha sólo música para piano. A sus amigos, dice, “se les olvida que tengo 18 años y estamos en la misma etapa de la vida”. Por tanto, confiesa, le gusta mucho el trap estadounidense, el rap y algo de metal por influencia de su hermano, sobre todo bandas como Behemoth y Slipknot.


“Pienso que el negarte a una nueva música es un poco tonto porque la música es algo tan diverso. A todo mundo le gusta algún tipo de música y debes respetar todo eso, y aunque quizá para mí no es tan especial el pop, quizá para alguien más, en un momento de su vida, se siente mejor escuchando ese tipo de música y eso se tiene que respetar por completo. Es un poco tonto no respetar géneros”, sentencia antes de recordar que también le gusta mucho la bossa nova, distinta al trap y el metal, pero que no tiene por qué pelearse con otros.


No obstante, entre los músicos de concierto, Elías tiene definido quiénes habitan su Parnaso. Entre ellos, el italiano Arturo Benedetti Michelangeli, quien tuvo, para el joven pianista, la técnica “más perfecta” que ha visto, pues desde que se sentaba, era increíble cómo accionaba sus manos y sus dedos tocando con gran facilidad, “como si estuviera tomando un helado, pero ejecutando cosas sumamente complicadas”, dice Elías.


Habitan ese mismo Parnaso los rusos Grigori Sokolov y Yevgueni Kisin; el polaco Krystian Zimmerman, la argentina Martha Argeritch y la catalana Alicia de la Rocha, por mencionar algunos, pues Elías considera que es importante que el estudiante conozca a estos y a otros grandes para tenerlos como referencia y analizar los movimientos que hacen durante sus conciertos.


Lejos de la veterinaria, cerca de la pedagogía.


“A los nueve años no tenía ni una idea remota de que alguna vez iba a estar donde he estado, ni haber tenido las oportunidades que he tenido”, dice el joven pianista, quien, mirando hacia el futuro, no descarta interesarse en la composición, aunque confiesa que le gustaría más dedicarse a la pedagogía de música, al considerar que es importante que haya buenos maestros para niños, aquellos que detecten el talento y no permitan que se pierdan los grandes músicos del futuro.


Quizá por la carrera de Elías ese futuro es el más viable y, sin duda, puede ser un gran maestro, pero de no haberse dedicado a la música, confiesa entre sonrisas timoratas, le habría gustado la gastronomía, pues ama cocinar. Su primera opción, sin embargo, era la veterinaria, ya que aprecia y respeta a los animales, como es el caso de su perrita Chili que, dice, es lo más importante en su vida, pues siempre está con él, en los buenos y malos momentos, y es la primera que lo recibe cuando regresa de gira.

Foto: Alejandro Ortega Neri


La música, el arte o el deporte pueden llevar por buen camino


Elías no es ajeno a lo que pasa en México, sabe que vive en un país juvenicida, complicado para que las juventudes estén a salvo y se realicen como lo ha hecho él. Para que esto ocurra, opina, es necesario el involucramiento de los padres.


“En México, en cuanto a seguridad, es muy complicado a veces. Sobre todo veo jóvenes de mi edad que les pasa algo y no entiendo muchas cosas… y es una lástima porque México es de los países, a nivel cultural, más ricos, pero no se ha sabido gestionar ni aprovechar bien. Es una lástima. Sí creo que quizá la música, el arte o diversas cosas como el deporte te pueden llevar por un buen camino, que es siempre lo que buscas. Por eso mismo, creo que es importante que a muchos jóvenes, si es que les interesa algo del arte o el deporte, ahí es donde tienen que estar los papás para que puedan involucrarlos, porque quizá tienen un talento increíble que los hace estar focalizados o entusiasmados en algo, y aunque quizá en el futuro no se vaya a dedicar a eso, es mejor que esté ahí que en la vereda”.


Para Elías el arte sí ha sido un salvavidas y la música su compañera inseparable que le ha permitido no perder el rumbo “o algo así”. Elías Manzo Hernández ganó el Premio Nacional de la Juventud en 2017; el Premio Estatal de la Juventud, en 2021, y este 2022, el Primer Lugar en la Categoría Juventud del London Classical Music Competition (LCMC) en Inglaterra. Inició gira el pasado 31 de marzo en Querétaro, donde estuvo acompañado por la Orquesta Filarmónica de dicha entidad. En abril se presentó en Culiacán, donde realizó dos conciertos con la Orquesta Sinfónica Sinaloa de las Artes, y luego en su tierra en el marco del Festival Cultura Zacatecas. Finalmente, el 22 de abril, día en que llegó a la mayoría de edad, celebró en concierto con la Orquesta Sinfónica de Xalapa.


En junio, después de un breve descanso, el joven zacatecano retomará su gira para presentarse en el Estado de México, Michoacán y Aguascalientes, mientras que en octubre visitará Corpus Christi, Texas, en lo que significa su regreso a Estados Unidos. Mientras estas fechas llegan, Elías vuelve a destapar el viejo Petrof que descansa en el Teatro Fernando Calderón y toca sólo para mí el fragmento de un concierto del cual ignoro su nombre, pero me suena entre dramático y etéreo. Por mi parte, comienzo a presionar el disparador de la cámara que no logrará guardar el sonido de las teclas de marfil ni detener la velocidad de sus dedos, pero sí el tiempo, el instante decisivo en el que la luz se coló para iluminar a ese gran pianista que, ahora vestido de blanco, volvió a deslumbrarme.








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