Por Alejandro Ortega Neri

Foto: Ale Meter
Imagine que para lograr su cometido, un periodista tenga que hacerse pasar por un oficial de tránsito, un mendigo, un discapacitado, un drogadicto en rehabilitación o un prostituto; así, muchos pensarían seriamente en dedicarse al oficio más hermoso del mundo, como bautizara García Márquez al periodismo.
Y es que esta labor, para quienes realmente se apasionan y van más allá de meter la grabadora en una entrevista colectiva -el llamado “chacaleo”-, no es dulce. Por el contrario, es cruda, dura y pesada, tanto que salir de pie de ese barro resbaladizo es casi un acto heroico.
Comparando el reporteo cotidiano con la labor de un héroe, el escritor y periodista Carlos René Padilla (Sonora, 1977) escribió Hércules en el desierto, libro editado en 2020 por Nitro Press que le valió el premio “Libro Sonorense de 2019” en la categoría de Crónica. No es para menos, los trabajos ahí reunidos son tan poderosos y dejan más claro que nunca que la labor del periodista es digna de compararse con las tareas que le impusieron a ese héroe de la mitología antigua para probar su fuerza y su inteligencia.
Hércules en el desierto es una divertida y portentosa colección de periodismo Gonzo a la mexicana que, además, le sirvió al sonorense para reflexionar sobre el oficio y su manual que no es fijo, sino que se escribe todos los días en la libreta mientras se intenta matar al león de Nemea para despojarlo de su piel, siempre bajo un sol que castiga con rencor. Por ello, considero, este libro debería convertirse en lectura obligada en las escuelas de periodismo.

Foto: Alejandro Ortega Neri
“Me quedé pensando que el libro me sirve para hacerme muchas preguntas sobre el oficio periodístico, sobre estar sentado arriba de un carro esperando que caiga la nota o correteándola. Cada quien en su lugar de origen reportea de una manera muy particular. Aquí en el norte, el calor es muy impresionante y era bien jodido eso, y de repente me llegó esa epifanía de estar intentando ser héroes. Creo que todos los plebes cuando entramos al periodismo, entramos con un romanticismo bien arraigado: ´voy a hacer algo que cambie´, pero conforme nos vamos metiendo en las entrañas pasa algo bien curioso; lo primero que sucede es que nos damos cuenta que el sistema está bien cabrón, bien podrido, que no depende de nosotros porque somos una pequeña partícula, una pequeña pieza de toda la maquinaria”, explicó en entrevista para El Reborujo Cultural.
“Cuando empecé a darle forma a las crónicas del libro, caí en cuenta de eso, de trabajos imposibles que tienen que hacer la mayoría de los colegas. De repente te hablaba el editor y te decía ´ve sácale una declaración a este cabrón´ y yo, ´¿dónde localizo, a las ocho de la noche, al secretario de Gobierno?´ Y si no lo sacas, te quedas dos días de guardia. Más por eso nació la forma de la estructura del libro. Siempre cuando comienzo un proyecto literario, nace de una pregunta y creo que el hilo conductor fue cómo sería que un dios del Olimpo viniera a la tierra y a un norte inhóspito y caluroso. Ya con esto tenía una brújula, una dirección y seguí”.
La estructura del Hércules en el desierto obedece precisamente a las tareas que le impusieron a este héroe para demostrar su fuerza e inteligencia: matar al León de Nemea y a la Hidra de Lema; capturar a la Cierva de Cerinea y al Jabalí de Erimanto, tareas con las que Carlos René Padilla juega y aprovecha para titular sus crónicas en las que se pone el traje de héroe para ir tras la verdad, ese tesoro preciado del periodista que muchas veces se aparece como un espejismo.
Pero en la marcha, y conforme avanzan las crónicas, el autor va dejando reflexiones en torno al ejercicio periodístico: cuestionándose sobre el periodismo narrativo, el manual que modifica día a día, sobre la crónica y el periodismo Gonzo. Es precisamente sobre este último que le cuestiono si considera que puede ayudar a la misión que tiene el oficio dentro de una sociedad.
“Justo lo que creo que logra el periodismo Gonzo es ponernos en los zapatos de los entrevistados. Muchas veces, por la inmediatez de ahora, pasas cinco minutos con el entrevistado y sacas tres o cuatro preguntas al aire o al vapor y lo que sigue. A mí, en ese momento que hacía mis reportajes de inmersión, de periodismo Gonzo o de investigación, y aparte correteaba las cinco notas diarias que me pedía el periódico, me daba cuenta que la epifanía o el ángulo por donde debía de entrar la crónica o el dato importante me llegaba a la hora o hasta en un día completo… ahí me di cuenta, de repente, que como queremos hacer periodismo no es lo más adecuado. Entonces, sí creo en la importancia del periodismo Gonzo. En el caso de (Hunter S.) Thompson, creo que sí sirvió mucho para adentrarse, pero las formas eran nada convencionales o poco profesionales, pero en el sentido primigenio de hacerlo, creo que sí funciona y lo comprobé muchísimas veces”, dice.
Es así, reconoce el sonorense, que la inmediatez de los medios locales obstaculiza este tipo de trabajos de largo aliento, pues, al ser requeridos con rapidez, a muchas crónicas o reportajes les falta tiempo para un mejor desarrollo. Por eso, dice, que lo único que puede salvar al periodismo es la literatura. Es decir, contar desde diferentes ángulos lo que sucede y diferenciarlo de la inmediatez de las notas, sin embargo, añade, los dueños de los medios no están dispuestos a pagarlo. “Nunca van a entender que un reportaje te lleva días, meses, pero que te puede dar estatus para tu medio y una agenda propia”.

Foto: Darío Zalapa
Sin embargo, para hacer periodismo Gonzo, ya lo decía Hunther S. Thompson en La caza del gran tiburón, se necesita de mucho valor, y ahí puede residir también la heroicidad del periodista. Para el caso de Hércules en el desierto, Carlos René Padilla cuenta que algunas crónicas y reportajes le costaron más que otras, pero en el sentido psicológico más que en el práctico. “Por ejemplo, el de pordiosero. Extender la mano… me puse a pensar en qué tan cabrón como ser humano caes que ya lo único que puedes hacer es vivir de limosna… Vieras cómo me costó trabajo eso”.
“El de prostitución masculina, más que costarme trabajo, me dolió mucho ver cómo se movía el asunto. Cómo pueden trasmitir las enfermedades de transmisión sexual a las esposas porque no hay una regulación sanitaria para la prostitución masculina. Ahí lo que me cubrió fue que duraba dos o tres horas, y a los que me abordaban les decía que volvieran a un tiempo y ya no estaba, me cambiaba”.
Para Carlos, el lector olvida fácil que los reporteros tienen vida. Que reportean, se van a su casa “cargando un chingo de cosas” en la cabeza y no los dejan descansar por la noche. Esa era otra cosa que le intrigaba a la hora de planear Hércules en el desierto, pero no hay otra forma de saberlo, dice, si no se hace un periodismo de inmersión.
Lamentablemente, para el autor de No toda la sangre es roja, a la crónica no la toman en serio en los medios. La rebajan a “una nota de color” que usualmente se la encargan a los reporteros bisoños. Pero la crónica, asegura, lo que puede hacer es dar un ángulo muy diferente; bien contada puede salvar un medio, pero son pocos los que le dan importancia porque lleva tiempo. “No le apuestan a crear plumas que te cuenten historias y las historias van a seguir llamando la atención de los lectores, sea un suceso político o nota roja. Bien contada, con las herramientas que te da la literatura, la gente lo va a disfrutar más”, concluye.
Carlos René Padilla ha sido ganador del Concurso Libro Sonorense en los géneros de novela, crónica y ensayo con Amorcito corazón, No toda la sangre es roja, Los crímenes de Juan Justino y Rodrigo Cobra, así como con Hércules en el desierto. También es autor de Un día de estos, Fabiola y Yo soy el Araña, galardonada con el Premio Nacional de Novela Negra “Una vuelta de Tuerca” 2016.