Por Eduardo Jacobo Bernal

En la narrativa gráfica, como en todas las artes, hay obras que rompen con la hechura tradicional, que desconocen o ignoran sus propios límites y juegan consigo mismas, y sobre todo con los espectadores/lectores. Justo así es la obra de Rita Mercedes, ilustradora francesa, arquitecta de formación, quien en 1993 incursionó en el mundo de las viñetas.
Su obra “Los Incrustáceos” es tan ambigua y difícil de clasificar como su propio título lo refiere, se trata de un cómic muy literario o de una novela muy ilustrada. Relata la historia de dos hermanos, que la propia autora define como “Humanos no claramente categorizados, hombres complejos, ambiguos, que se visten de mujer sin problema, marginados un poco enfermos de sus cabezas. Uno es activo, el otro contemplativo. Tienen una relación de pareja en la cual la sexualidad no interfiere.”
Con reminiscencias de obras como Alicia en el País de las Maravillas o del cine fantástico de George Meliés, esta novela gráfica navega en su propio mar, en el que los protagonistas zozobran entre la realidad y la fantasía, entre lo exageradamente racional y el más disparatado absurdo.

Con un trazo que nos recuerda el arte del grabado decimonónico, Rita Mercedes sobrepasa los límites de la narrativa gráfica tradicional y nos envuelve en un viaje que pondrá de cabeza no sólo a los personajes, sino también a quien lea esta obra, en la que se reflexiona -o se bromea- sobre temas como la familia, la relación de pareja, la sexualidad y la feminidad, entre otros miles de temas.
En México esta novela gráfica fue editada hace pocos años por La Cifra Editorial (https://www.lacifraeditorial.com.mx/), proyecto nacional que destaca por presentar a los lectores de cómics un universo mucho más amplio y fuera de la tradicional narrativa de superhéroes.
Navegar junto a Los Incrustáceos no será un viaje seguro o calmado, será una lectura llena de sobresaltos que nos hará dudar de nuestra propia realidad, pero sin duda, si logran llegar al final, se darán cuenta de que lo divertido no es el destino, sino el viaje mismo…
