Por Eduardo Jacobo Bernal
En la sociedad mexicana, con todas sus contradicciones, con su machismo acendrado y pese a las diferencias culturales, religiosas o económicas hay una figura que se eleva por sobre todas y sirve como eje de este caos simbólico: la madre. La mujer que nos dio la vida se constituye como símbolo de protección, de autoridad, de sacrificio y de entrega. Es la representación misma de la lucha en contra de la adversidad, quien le da cohesión a la familia y con ello al entramado social.

Eric Proaño “Frik”, a finales de la década de los 80 del siglo, escribió y dibujó una historieta que retrata los pesares, angustias y desvelos de una madre en una colonia popular de la Ciudad de México. Años después el buen Ricardo Pélaez fue invitado a hacer algunas correcciones al dibujo original, pero así como es de entusiasta y perfeccionista, decidió redibujar la obra completa, dotando de nuevas caras a una historia ya de por sí genial.
La historia de Madre Santa ha visto varias publicaciones, pero sería en 2018 que llegaría la edición definitiva, de la mano de la editorial Animal Gráfico, permitiendo al público lector de historietas acercarse a esta magnífica novela gráfica, la cual todavía se puede conseguir a través de las redes de la editorial o con los propios autores.

Madre Santa nos permite asomarnos a la cotidianidad de lo que ser madre implica. Se trata de un retrato crudo de las vicisitudes de una mujer que queda sola al frente de su familia, la lucha cotidiana por ganarse el pan, por sobrevivir en un mundo que se empeña en poner obstáculos cuando hay pequeños momentos de felicidad, pero que sólo sirven para marcar el fin o el principio de nuevos capítulos de fatiga.
Ser madre no significa traer hijos al mundo, sino hacerse cargo de ellos, enseñarles a vivir y tratar de que lo hagan de una manera honesta. Ser madre es una pesada carga que socialmente se ha impuesto a las mujeres desde la religión y la cultura, premiándose con halagos y electrodomésticos el 10 de mayo, pero que el resto del año se convierten en responsabilidades y obligaciones de servicio.

Esta compleja construcción de la maternidad es la que Frik y Peláez nos muestran en estas páginas, siguiendo el camino de una madre a través del quehacer cotidiano, de su inclusión en la vida obrera y el sindicalismo, en los regaños y lecciones que da a sus hijos, en su religiosidad y epifanía pacheca, en el amarillismo de los medios y en la vida del barrio. En fin, que se trata de una obra que nos dejará pensando acerca de nuestra madre y de las ventajas de sólo haya una.

