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Mujeres que leen a mujeres

Por Arlett Cancino

La Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (Endireh) recaba información estadística para medir la permanencia y gravedad de la violencia que enfrentan las mujeres en México. En su edición más reciente, que corresponde a 2021, reporta que 70 por ciento de las mujeres mencionó haber sufrido una situación de violencia a lo largo de su vida: sobresalen la violencia psicológica, con 51 por ciento, y la sexual, con 49 por ciento. Casi 50 por ciento de las mujeres mayores de 15 años la padecieron de su pareja, siendo la violencia psicológica la más extendida con un 35 por ciento de las encuestadas.


A pesar de la evidente magnitud de la violencia contra las mujeres, 90 por ciento de ellas no denuncia cuando esta se padece en los ámbitos familiar, escolar, laboral y comunitario, y tampoco lo hace 85 por ciento de quienes la sufren de su pareja. La principal excusa para no hacerlo es que lo consideran un asunto sin importancia, que no les afecta. En contraste con estos datos, las mayoría de las mexicanas sí identifica los roles y estereotipos de género que las determina y, en su opinión, establece que las labores de cuidado y del hogar deben ser de responsabilidad compartida, asimismo, está de acuerdo en que ellas y los hombres deben tener la misma oportunidad de trabajar, estudiar y divertirse.


Si las mexicanas reconocen los patrones culturales que las limitan, así como la igualdad que debe haber en cuanto a oportunidades y toma decisiones, ¿por qué minimizan la violencia que viven en sus relaciones de pareja? Una parte de esta respuesta seguramente se encuentra en la falta de confianza en las autoridades encargadas de impartir justicia en este tipo de situaciones, puesto que casi siempre son hombres con un arraigado pacto patriarcal quienes deslegitiman las denuncias. Otra parte de la respuesta se halla en la construcción simbólica e imaginaria de la mujer mexicana.


El hombre lleva toda su vida histórica empoderando símbolos, modelos y arquetipos masculinos con los cuales identificarse. La construcción de la cultura parte de su visión y de su forma de interpretar la realidad; el lenguaje construye significados y, por tanto, significantes desde el ángulo del hombre. Él se constituye como portador del poder, capaz de subordinar a sus deseos todo lo que se encuentra en la naturaleza. Entre esos anhelos, el más recurrente ha sido invisibilizar a la mujer, cerrando los ámbitos en los que ella puede desarrollarse y circunscribiéndola sólo a las esferas de la maternidad y del hogar pero, al mismo tiempo, minimizando y sacralizando -nótese aquí la ambigüedad- ese mundo inferior de lo “femenino” como la única opción aceptable para ella.

Para contrarrestar esto la mujer no sólo necesita ser consciente de que tiene relaciones violentas y de que vive en un mundo desigual, es necesario un estado de alerta constante que le permita identificar micromachismos, conductas sexistas y misoginia en el comportamiento de las y los otros, es decir, debe identificar la cultura patriarcal que la rodea y eliminar el miedo a evidenciarla. Aún más imprescindible es el empoderamiento de símbolos y arquetipos femeninos que sean modelos a seguir, mismos puede rastrear en el arte hecho por mujeres: música, literatura, danza, pintura, escultura, etcétera. Tales discursos constituyen el mundo imaginario que alimenta la construcción mental del ser humano y de la que surge toda invención, toda idea, todo poder.


Muchas feministas han encontrado en la literatura escrita por mujeres el medio para revalorar su posición. Desde el siglo pasado, la literatura se convirtió en materia prima de análisis para metodologías feministas como la posestructuralista y la queer, entre muchas otras que siguen en constante movimiento, así como en un catálogo de arquetipos femeninos disidentes que enfrentan o confrontan la construcción tradicional masculina.


De tal manera que una estrategia para combatir la violencia en la que viven las mexicanas es incentivar la promoción y difusión de la lectura, en particular, de escritoras, porque a través de mujeres que leen a mujeres que describen y recrean a otras se genera una red de apoyo e identificación, una genealogía femenina en la que cualquiera puede ubicarse y adquirir la fuerza necesaria para confrontar la violencia.


Este será un pacto muy distinto al patriarcal en el que, de acuerdo con Celia Amorós, los hombres se unen para callar ante un acto de violencia, en el que minimizan y ridiculizan las denuncias para que esa violencia perviva. El pacto entre mujeres, por el contrario, no busca el silencio sino la expresión, análisis y compresión de las mujeres a través de su imaginario literario. No pretende invisibilizar sino mostrar el mundo de lo femenino que recrean las escritoras y que en la actualidad es infinito y diverso, como lo constata este nuevo boom de autoras latinoamericanas que dan voz a las diferentes realidades que afronta la mujer en el presente.

*Los datos de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares reseñados en este texto se retomaron de la página del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi).

Si deseas conocer más sobre el panorama de la literatura escrita por mujeres en Latinoamérica y el actual impulso que tiene a nivel mundial, se recomienda leer el artículo de Leila Guerriero “Algo está pasando”, disponible en el revista Lengua.

Para conocer más ampliamente la definición de pacto patriarcal de Celia Amorós, revisa su libro Feminismo. Igualdad y diferencia, editado por Centro de Investigaciones y Estudios de Género (CIEG).


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