Por Jael Alvarado

Vi Rompan todo, la serie documental argentina que se anuncia como “la historia del rock en América Latina” y la disfruté, y canté todas las canciones, y me gustó ver a todos esos viejecillos desdentados hablar de su música y sus tiempos con hermosa nostalgia.
La abordé con recelo después de leer muchas críticas sobre la serie. Y las entiendo. Entiendo le haya caído gorda por no ser tan underground ni tan maldita; por hablar tan poquito de esta banda y tanto de aquella otra; por no hablar nada de muchas otras. Por presentar personajes indeseables. Por ser poco profunda y poco crítica. Por no escarbar en sus miserias ni cebarse de la escandalosa vida de algunos de los rockeros protagonistas.

Entiendo las críticas, pero no las comparto. Vamos, ningún material periodístico es del todo neutral y objetivo: hay sesgos, filias, cortes y enfoques. Es un documental con buena factura y una producción bastante cara que hace un resumen respetable de cierto tipo de música y su contexto socio-político, en 5 países, a lo largo de 40 años. Es evidente que muchas cosas quedaron fuera, otras están mal narradas, ¿eso la convierte en una serie mala? Para mí es un ejercicio necesario para recapitular nuestra historia y para que nuestros hijos, la mal llamada “generación de cristal”, conozca sus raíces, entienda su contexto y conecte con la generación que alguna vez quiso romperlo todo.
El resumen que plantea Rompan todo puede ser un buen punto de partida para explorar otras músicas, otras lecturas, otros ejercicios periodísticos, como la titánica serie de entrevistas que ha hecho Ricardo Rico para el canal “Buscando el rock mexicano” en Youtube.

Defiendo la serie porque, aunque incompleta, es necesaria y porque cuenta una historia que muchos conocemos y nos golpea en la emoción. Al menos a mí se me salieron las lágrimitas en la parte de Charly García, en la de Rockdrigo y en la de Santa Sabina, porque es música conectada con recuerdos y personas: con mi propia historia.