Por Eduardo Prado

Charles Michael Shuldiner, mejor conocido como Chuck Shuldiner, nació el 13 de mayo de 1967 en Long Island, Nueva York, pero sus padres se mudarían a Orlando, Florida, cuando tenía sólo un año de edad. Esa ciudad se convirtió en el territorio desde cual crearía su estilo musical, convirtiéndose en uno de los iniciadores de un sonido peculiar de finales de los años 80 y la primera mitad de la década de 1990: el death metal.
Si bien Chuck manifestó su simpatía por los animales y la vida, cuando tenía 9 años la muerte de su hermano Frank lo marcó. Con el objetivo de llevar a cuestas su dolor por esa pérdida, sus padres le regalaron una guitarra eléctrica que le haría pronto tomar una decisión: renunciar a la escuela –acto que más tarde lamentaría- y seguir el camino de la música, primero en un intento fallido con su banda Mantas y, posteriormente, con la agrupación que labraría su legado, Death.
Shuldiner se formaba en un mundo en el que, por un lado, las tensiones políticas y militares entre la URSS y Estados Unidos hacían extensiva la Guerra Fría, mientras que, por el otro lado, el SIDA hacia su aparición y de manera silenciosa terminaba con muchas vidas hasta llegar pronto a la escena del rock para cobrar factura con Freddy Mercury.
Además, en Estados Unidos el gobierno de Reagan sentaba las bases del mercado neoliberal con la llamada Reaganomía, proyecto económico que tenía por objetivo reducir el gasto público, los impuestos sobre la renta y de las ganancias, así como el control de la inflación y la oferta monetaria. En tanto, la evolución tecnológica y la idea de controlar la energía atómica desembocaron en una de las peores tragedias radiactivas, pues en 1986 explotaría la central nuclear Vladímir Ilich Lenin en la ciudad de Chernóbil, considerándose el mayor desastre nuclear de la historia con efectos climáticos considerables.
En lo social, América Latina era atravesada por movimientos revolucionarios con un ímpetu de liberación política; el Sendero Luminoso y la Revolución Sandinista serían el intento de crear una conciencia política con ideas socialistas y de comunidad, mismas que se caracterizaron en la frase que Karl Marx acuñó en el Manifiesto Comunista: “todo lo sólido se desvanece en el aire”. Después de este breve contexto, conozcamos la contribución de la banda Death y de su líder Chuck Shuldiner al mundo del heavy metal.

Hay dos etapas creativas en la vida musical de Chuck. La primera es la publicación de sus primeros tres discos: Scream Bloody Gore (1987), Leprosy (1988) y Spiritual Healing (1990), trabajos que cimentaron un sonido retomado posteriormente por otras bandas del género para hacer todo un movimiento en la década de 1990. Además, el arte de estos discos muestra la propuesta musical de Chuck junto a su banda y de la mano del dibujante Edward J. Repka, encargado de crear la mascota de Megadeth, Vic Rattlehead. En una segunda etapa creativa -no menos importante- daría una vuelta de tuerca que identificamos en el disco Human (1991).
Scream Bloody Gore salió a la luz el 25 de mayo de 1987 bajo el sello Combat Records, producido por Randy Burns y Steve Sinclair. Es uno de los primeros discos en adjudicarse el término death metal, pues ya dos bandas habían iniciado este sonido: Sepultura con Morbid Visions (1986) y Possesed con Seven Churches (1985). Un disco que desde la primera escucha remite a lo visceral, crudo y áspero, así como al gore en sus letras. Riffs que se quedan en tu cabeza y te envuelven mientras la voz de Chuck, que parece provenir del inframundo, lo hace único.
En el álbum Shuldiner hace un homenaje a diferentes directores y películas de terror que en su niñez y adolescencia le causaron interés. “Zombie Ritual” está inspirada en Zombie (1979), de Lucio Fulci, y “Regurgigated Guts” honra a Miedo en la ciudad de los muertos vivientes (1980) del mismo director. Canciones que, de alguna manera, dejan un sabor crudo e infernal; un sonido pútrido y con toda la infección del metal pesado en gran escala.

“Beyond the Unholy Grave” nuevamente remite a la idea del terror de Lucio Fulci, haciendo referencia a la película El más allá (1981), y “Evil Dead” es un homenaje a la emblemática película de Sam Raimi. Por otro lado, “Torn to Piece” hace lo propio con la película Holocausto Caníbal (1980), de Ruggero Deodato, y el tema que da nombre al álbum, “Scream Bloody Gore”, es una referencia a la película de culto basada en un cuento de H. P. Lovecraft, Re-Animator (1985), y dirigida por Stuart Gordon. De esta manera, el disco recorre una serie de clásicos cinematográficos de la década de 1980 y, a la postre, sería una forma de crear temas sobre el terror y el gore. Un claro ejemplo es Cannibal Corpse.
En 1988, y con aceptación en la escena del metal a nivel underground, aparece un segundo álbum, Leprosy, producido nuevamente por la discográfica Combat Records en los estudios Morrisound Recording de Tampa Florida, cuna de bandas incrustadas en el death metal. La propuesta retoma la fórmula del disco anterior, pero con un giro en cuanto a las temáticas de las letras, y sustenta, además, la base del género death metal al abrir la brecha con el trash, diferenciándolos y, al mismo tiempo, haciéndolos parte de la oleada de sonidos que intentaban romper con los cánones de lo comercial que dominaba la etapa final de los años 80, al volcarse directamente a la cloaca musical de unos pocos aventureros en este sonido.
El álbum es brutal desde el inicio. La rola que da nombre al disco será la carta de presentación de una propuesta que a lo largo de ocho temas girará en torno a un plano más existencial y humano. Chuck dejaba el lado ficcional para establecer un parámetro de lo que posteriormente quería lograr en sus letras: hablar sobre la vida y lo social de una manera más filosófica. “Primitive Ways” jugaría con el sarcasmo y la miseria; “Open Caske” habla de la muerte de su hermano, y nuevamente el artista Repka nos regalaría un arte sin parangón, mostrándonos la idea principal de la música en imagen: un leproso en su propio valle de iguales que remite a un lugar apocalíptico.

Spiritual Healing (1990) es el disco que cierra la primera etapa de Chuck junto a Death y marca el quiebre para sus posteriores creaciones. El álbum fue producido por Scott Burns en Tampa Florida y fijaría un cambio radical: el sonido de los riffs es más melódico y cambiante, deja de lado la crudeza, la rapidez y lo sucio sin olvidar su esencia, aunque la manera de ejecutar los instrumentos es más técnica para lograr así un death más complejo. Igualmente, las letras tienen una carga social, política y filosófica porque ahora Chuck escribe canciones que hablan sobre la realidad. Así lo expresaría en una entrevista para MTV:
“La realidad es más brutal que un demonio arrancándole el corazón a alguien … no veo demonios a mi alrededor. Si hay maldad, está en la gente, hay gente cruel allá afuera. La maldad es real en la tierra. Hay cosas que escribo sobre la vida, que pueden hacer sentir a la gente identificada.”
De esa manera, Chuck dio un giro a su lírica creando canciones más personales, existenciales y humanizadas en lo cotidiano. La voz también cambiaría ya que trata de soltar la rabia que conllevaba cantar y posicionarse sobre esa realidad. Destacan canciones como “Altering the Future” y “Defensive Personalities” que tratan el tema del aborto como una decisión personal; en tanto la rola “Living Monstrosity” muestra la postura de Chuck sobre las drogas; una canción apocalíptica que bien podría ser reflejo del Estados Unidos actual con los opioides.
Por otro lado, el tema que da título al álbum, “Spiritual Healing”, es una ferviente crítica a las creencias, el dogma de la fe y el crecimiento del cristianismo a inicios de la década de 1990 en Estados Unidos, así como a las sectas religiosas como el New Age y el culto a la economía. “Genetic Reconstruction”, por su parte, ahonda en la tecnología, la genética y los nuevos fármacos y su control sobre la vida de los humanos. Finalmente, el arte de Edward Repka llegaría a su fin cerrando el ciclo perfecto para las nuevas generaciones de bandas que intentarían hilvanar música y arte en sus portadas.

En 1999 la vida de Chuck Shuldiner tomaría un giro tanto personal como musical al diagnosticársele cáncer en tronco encefálico. Dos años volcaría su lucha entre la vida y la muerte, viendo cómo esos deseos de vivir se consumían en la inocuidad del sistema de seguros del sector salud en Estados Unidos. Ante esa desventaja, un grupo de amigos musicales como Korn, Marilyn Manson, Red Hot Chili Peppers, entre otras bandas, subastarían objetos para recaudar fondos e intentar salvar la vida de uno de los músicos que dieron identidad al metal extremo. A sus 34 años, sin embargo, se apagaría la voz que dio nombre y forma a un sonido. En sus propias palabras profetizaría:
“Yo creo en la vida, en la vida normal de un ser humano. Creo que ser amable con las demás personas y también contigo mismo vale la pena. Es importante no dar cosas en la vida como seguras u obvias, y es importante conocer lo frágil que es la vida y cuán rápido la podemos perder.”